
De TemiX (el pedo matemáticamente imposible). Una idea muy loca, cuyo guión escribí en el año 2000. Creo que esa fue la primera vez que empecé a coquetear con la idea de los viajes en el tiempo. El que me conozca sabrá que es un tema bastante recurrente en mi obra.
Después del éxito de nuestro primer corto, Dos van por tres calles (entre familiares y amigos), nos envalentonamos y nos pusimos a trabajar en algo mucho más grande y elaborado. Con más personajes, con más localizaciones, con música y efectos visuales, De TemiX marcó un antes y un después en nuestra forma de ver y experimentar el cine, al menos para mí. Poder llevar a la pantalla todo lo que tenía en la cabeza fue increíblemente satisfactorio, pero también supuso un esfuerzo enorme.
Nuestro presupuesto era cero, como en el anterior corto. Apenas contábamos con equipo de rodaje. Solo teníamos la Sony Handycam 8mm de mi padre, nada más. Ni micros, ni focos, ni trípodes… por no tener, no teníamos ni equipo de edición. Y todo eso condicionó nuestra forma de trabajar, por supuesto.
Pretendíamos hacer un corto serio (aunque luego resultó ser una comedia), por lo que teníamos claro que debíamos incluir una banda sonora, y como ya os he dicho que nos venimos muy arriba, pues decidimos componerla y producirla nosotros mismos. Pero claro, ninguno de nosotros había estudiado música y solo uno de nosotros tenía una guitarra, que estaba aprendiendo a tocar. Sin problema, la tarareamos a capela o con instrumentos inventados, como botellas de anís o botes llenos de canicas, y se acabó. Pero como no teníamos medios para editar el vídeo que grabáramos para meterle a posteriori una pista de audio con la música, se nos ocurrió que podíamos cantar mientras rodábamos. Y así lo hicimos. Tendríais que habernos visto: yo con la cámara en las manos, caminando despacio para realizar un travelling y haciendo ruiditos con la boca cual beatboxer, seguido de cerca por mi colega Teje, haciéndome los coros. Desde luego, este cortometraje hubiera sido digno de un making-off, pero como ya os he comentado, solo teníamos una cámara (por aquel entonces no teníamos móviles, y los que existían en el mercado tampoco nos habrían ayudado mucho), con lo que era imposible grabarnos mientras rodábamos.
Si el rodaje, en el que simulábamos estar en Navidad, con ropa de abrigo, cuando en realidad estábamos en agosto en Córdoba, a casi 40 grados, fue difícil, realizar la edición del cortometraje fue casi imposible. Una verdadera obra de artesanía. Tardé semanas en completar toda la edición, porque podía pasarme toda una tarde para poder montar dos planos. Por aquel entonces yo ya contaba con un Pentium 486, que podría haber usado para editar los vídeos, como hice tiempo después con el programa de edición Adobe Premiere 6.5, pero entonces desconocía la existencia de ese programa, así que ideé otra manera un poco más compleja de editar el corto.
El proceso era el siguiente: Contaba con una pequeña televisión de unas 21″ del cuarto de mis padres, que usaba de monitor, la cámara de vídeo con la que habíamos grabado el corto y un reproductor de vídeo VHS. Conecté la cámara a la tele y la tele al vídeo, de tal manera que podía darle al PLAY en la cámara, reproducir en la tele y pulsar el REC en el vídeo para grabar la imagen en la cinta VHS. La idea era aparentemente sencilla, pero nada más lejos de la realidad. La cámara tenía un pequeño retardo al darle al PLAY, tardaba unos dos segundos en mostrar la imagen en la pantalla de la televisión. Y el vídeo también tenía un retardo de unos cuatro segundos desde que le daba al REC hasta que empezaba a grabar. Así que debía dejar la cinta en la cámara en el punto exacto y darle a los botones de PLAY y REC en el momento justo para que cuando el vídeo comenzara a grabar, lo hiciera justo por donde yo quería que lo hiciera. Después de cada plano grabado, debía parar, retroceder en el vídeo y reproducir lo que había hecho para ver si lo daba por bueno y podía continuar o, por el contrario, no estaba bien y debía repetir el proceso. De media, cada plano me costó unos cinco intentos.
Los títulos de crédito fueron algo más fácil, los hice con el programa Microsoft Publisher, que por aquel entonces estaba de moda y en el que había aprendido a hacer algunos efectos molones. Se ven tan mal porque, para incluirlos en la cinta VHS junto al corto tuve que grabar con la cámara la reproducción de los créditos en la pantalla del ordenador.
Fue un sufrimiento total, pero mereció la pena. Aprendí muchísimo. Además, una vez acabado, este corto nos abrió algunas puertas. Una amiga del primo de uno de nosotros resultó que trabajaba en la Casa de la Juventud de Córdoba y nos puso en contacto con Javi Luna (desde aquí le mano un saludo), el dinamizador que hizo posible nuestra primera proyección en pantalla grande. No fue mucha gente, pero fue una auténtica gozada. Después de eso, Javi nos informó de que se iba a realizar un curso para aprender a hacer cortos (vio clara la necesidad en nuestras caras ingenuas) en la Casa de la Juventud, y allá que nos fuimos. Y así fue cómo conocimos a nuestro mentor Jorge Rodríguez (otro saludo para ti, Jorge), que nos enseñó todo lo que debíamos saber sobre los cortometrajes. Bajo su tutela hicimos dos cursos, con sendos cortos que ya os iré mostrando por aquí, y después nos cedió el testigo y fuimos nosotros los que empezamos a enseñar cómo se hace un corto a otros jóvenes inexpertos y ávidos de conocimiento. Fue una buena época, impartimos unos ocho cursos y cobrábamos buenos dineros por hacer algo que nos encantaba. Éramos felices.
Viendo ahora el corto se me ocurren más de mil cosas que se podrían o deberían mejorar, pero he decidido dejarlo tal cual, para que conserve la esencia de aquellos tiempos y podáis apreciar eso que dicen de que todos los comienzos son duros.
Sin más dilación, os presento De TemiX. Son 25 minutacos de vuestra vida que no vais a recuperar nunca más, así que, si decidís visionarlo, lo hacéis bajo vuestra propia responsabilidad. Espero que os mole.

