Bloqueos de escritor (II). Borrador

En la anterior entrada de este blog os hablé de los bloqueos de escritor y cómo tratar de superarlos. También os hablé un poco de mi experiencia personal con estos bloqueos con respecto a una novela del oeste que empecé a escribir en 2005 y que se quedó escondida en un cajón. Os pregunté si queríais que os pusiera el principio. Nadie contestó, pero como el que calla otorga, entiendo que vuestro silencio es un sí. Así que os voy a poner aquí  el primer capítulo. A ver qué os parece.

***

Texas – Octubre 1882

Hacía frío, pero al calor de la hoguera se soportaba bastante bien. El hombre, inmune a los sonidos de la noche y los susurros de los árboles, permanecía sentado en su manta y arropado por esta, dejándose caer el sombrero sobre la cara para no ser molestado por el ardor de las llamas mientras dormitaba. De repente, el gran dogo marrón, que hasta entonces había permanecido echado junto a su amo, se levantó y estiró todos sus músculos, poniendo el rabo en horizontal y una pata delantera contraída, con el morro directo a la oscuridad y emitió un gemido casi imperceptible, suficiente para su amo. Ante aquella señal de inminente peligro, se incorporó de un salto, colocándose bien su sombrero y empuñando la pistola de la funda de cuero que tenía colocada sobre el cinturón.

—¿Quién anda ahí?

—Vengo en son de paz —dijo una voz cercana desde la oscuridad—, sólo quiero un poco de calor de tu hoguera para calentar mis manos entumecidas.

—Acércate —dijo sin bajar el arma.

El viajero salió de la oscuridad arrastrando su caballo por las riendas, que ataría a un árbol junto al del vaquero.

—Me llamo Eme —dijo, y alzó su mano.

El hombre enfundó su pistola y estrechó su mano con la del recién llegado.

—Yo Erre —dijo el hombre en tono de burla. El viajero sonrió, pero pareció cansado de aquella broma manida.

—Hablo en serio —dijo el viajero— mi nombre es Eme, Solo Eme.

—¡Oh!, lo siento —dijo el hombre—. Bienvenido a mi fogata, mi verdadero nombre es Rodado, Canto Rodado y estos son Roco y Tapete —dijo señalando al perro y al caballo—. Siéntate y ponte cómodo, Solo, la noche será larga, si tienes hambre ahí, hay un poco de carne, puedes asarla en la hoguera y comerla, descansa esta noche, ya hablaremos mañana.

Dicho esto se volvió a sentar en su manta, se arropó con ella y se volvió a tapar la cara con el sombrero.

—Gracias —dijo Solo agradecido—. Mi caballo se llama Mantecón —comentó en un susurro. Era la primera vez que presentaba a su caballo.

Se agazapó en su manta, cogió el pedazo de carne, lo asó y se lo comió, mientras Roco observaba detenidamente todos sus movimientos. Después se cubrió la cabeza con la manta y se durmió.

Al día siguiente, Solo Eme despertó con los primeros rayos de luz, pero Canto Rodado ya llevaba despierto mucho rato. No solía dormir mucho, el día que lo hacía era porque estaba realmente cansado. En todo aquel tiempo había ensillado a Tapete y dado de comer a Roco. En el momento en que Solo despertó estaba desayunando él. Le ofreció un poco de leche caliente de la hoguera, que aún se conservaba viva, y Solo, aunque prefería más las bebidas alcohólicas, no rechazó la oferta y se llenó una buena taza.

—¿Cómo consiguió que la fogata permaneciera encendida hasta ahora? —preguntó Solo, extrañado tras dar un sorbo de leche, pues él nunca lo había conseguido, de hecho casi nunca conseguía encenderla.

—No es bueno difundir secretos de nadie —dijo Canto mientras recogía los cacharros del desayuno.

Debía de ser un secreto indio, pensó Solo, desde luego aquel nombre, “Canto Rodado”, solo podía ser indio, aunque aquel tipo no presentaba rasgos indios, si bien su piel era una tanto oscura. Solo se deshizo de sus pensamientos y bebió otro sorbo de su taza.

—Es buena la leche —intentó cambiar de tema, su anfitrión no era un tipo fácil. Canto sonrió a modo de agradecimiento.

—Siempre llevo una ración conmigo. ¿Hacia dónde va usted? —Canto acariciaba a Tapete, así lo preparaba para el viaje de aquel día, cosa que hacía todas las mañanas y que a Tapete le encantaba, al igual que a Roco.

—En principio hacia Erin Spring, Oklahoma, y por favor, no me llame de usted, aún soy muy joven y ese trato me hace sentir viejo.

—Creo que viajaremos juntos, al menos hasta allí, prepara tus cosas, saldremos enseguida.

Solo Eme no mentía, era bastante joven. No debía superar los dieciocho años, su cara era casi imberbe aún y su voz no era muy grave. Muy diferente a Canto Rodado, que llevaba marcados como hachazos los surcos de la sabiduría y la experiencia en su rostro. Solo era alto como un día sin pan y rubio, con la melena corta y rizada en el cogote, su piel era pálida y sus manos largas y finas como las de una dama. En cambio, Canto era de una tez mucho más oscura. Su pelo, negro como el tizón, le solía caer sobre la cara, pero él no se molestaba en recogerlo o peinarse, simplemente se limitaba a taparlo con su sombrero.

Montaron en sus caballos y cabalgaron hacia el este, hacia Erin Spring. Canto en Tapete, un enorme semental de un negro profundo; y Solo en Mantecón, algo más pequeño que Tapete y de color canela. Roco los seguía de cerca, muy pegado a su amo.

—Dígame, si no es mucha molestia, ¿qué busca en Erin Spring? —preguntó Solo cuando el paso de los caballos se hizo más tranquilo y cabalgaban juntos.

—Un hombre —respondió Canto impasible, quizá pensando en otros asuntos.

—¡Curiosa coincidencia! —exclamó Solo— Yo voy a Erin Spring por el mismo motivo, quizás sea el mismo hombre, ¿no sería gracioso?.

—No lo creo, y no, no sería gracioso —respondió Canto.

Solo apartó la vista de su compañero pensando en las consecuencias de que estuvieran buscando al mismo hombre, y resolvió la situación con una mueca.

—Ya lo creo que no. No tendría ninguna gracia —dijo como para sí.

Se hizo el silencio. Y cabalgaron durante el resto del día así.

El camino hacia Erin Spring era largo, aún tendrían que cabalgar juntos bastantes días, si iban a ese ritmo, y eso sin contar en posibles contratiempos o en algunos altos en el camino que pudieran hacer en los pueblos de paso, y que seguramente harían.

Solo abrigaba en su mente una posible amistad con aquel distante compañero, del que parecía que podría aprender mucho. Canto esperaba llegar cuanto antes al pueblo más cercano y deshacerse de aquel niño.

***

¿Qué os ha parecido? ¿Os gustaría conocer más sobre esta historia?

Los primeros capítulos son muy importantes, pues pueden conseguir que el lector se enganche a la historia, o que la abandoné en un rincón. Cuando retome esta novela para acabarla, debo darle una lectura exhaustiva para corregir errores y cambiar muchas cosas. Es probable que incluso varíe la trama principal, ¿quién sabe? Ya os iré contando.

Author: FranCastillo
Ingeniero Téc. Informático y Traductor. Escritor y cineasta.

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